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Todo comienza contigo, y conmigo.

Hace tiempo, asistí a una universidad que analizaba a la sociedad desde el punto de vista del individuo. Su razonamiento era que las ciudades y los países están formados por muchos individuos, así que enfocarse en la unidad básica que compone el todo era bastante útil.

 

Treinta y tres años después, ahora comprendo cuán importante es eso realmente. Cada política, cada norma cultural y cada decisión importante de una sociedad está, en última instancia, influenciada por las emociones, experiencias y percepciones de sus miembros individuales.

 

Una hoja por sí sola puede parecer insignificante, pero en última instancia, la salud de un árbol depende del bienestar de cada una de sus hojas. De manera similar, el bienestar de una sociedad depende de la salud mental y emocional de sus individuos. Si las hojas se marchitan, el árbol sufre y, de la misma manera, si los individuos en la sociedad están sufriendo, toda la comunidad siente el impacto.

 

Cuando yo estoy herido, enojado, sintiendo culpa o vergüenza, es muy probable que cada acción que tome, de hecho, toda mi vida, esté al servicio de esas emociones. Por lo general, cuando una sociedad experimenta asesinatos, guerras, corrupción u otra forma de problema social, estas son reflejos de las emociones y traumas individuales y colectivos de las personas que componen esa sociedad.

 

A lo largo de los años, he llegado a reconocer la profunda interconexión de los seres humanos. Nuestras emociones, creencias y acciones se propagan hacia afuera, influyendo a todo y todos quienes nos rodean.

 

Cuando descuidamos nuestro propio bienestar, contribuimos indirectamente a las enfermedades más grandes de la sociedad. Pero, por otro lado, cuando nutrimos nuestra salud mental y emocional, no solo nos elevamos a nosotros mismos, sino que también tenemos el potencial de provocar un cambio positivo en nuestras comunidades. Ahora, más de tres décadas después de haber dejado esa universidad, las lecciones que aprendí allí parecen más relevantes que nunca. En un mundo que a menudo parece fragmentado y caótico, es vital recordar que detrás de cada titular, detrás de cada conflicto, hay individuos con sus propias historias, luchas y emociones. Si realmente deseamos lograr un cambio duradero en nuestro mundo, comienza comprendiendo y abordando las necesidades de su unidad básica: el individuo. Ofreciendo compasión, apoyo y comprensión a nosotros mismos y a los demás, podemos crear una sociedad más armoniosa y empática. Es realmente así de simple.




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